martes, 10 de enero de 2012

¿Quieres que te invite a un café?



No se bien como ocurrió, ella hizo café para dos y yo era el dos. Miramos y juntamos las tazas y ellas hicieron el resto. Era cosa de cafés del tiempo supongo. Me gire y el mundo se puso a mi hora, las tazas ya se entrelazaban por el asa y dejaban entrever el poder que tienen, no sé si me explico, eran dos tazas, lo sé, pero esa taza sabía de forma diferente no sé, a una especie de amor. Pero no se quedó ahí, en el sabor, fue más allá, os cuento.



Decidieron apostar, el pequeño bombón le propuso un reto: ser. Él, el otro café, le preguntó que cual era la apuesta. He aquí donde empieza el: ‘fue más allá’. Avanzar, dejar el ser para ser y estar, volar, tener, quemar, incendiar, hacer. Sabía lo que decir aunque lo dijera al revés, solo fue que olvidó que una parte de las cosas queda colgada al momento, al ahora. Y siguiendo el rumbo inerte que llevaba decidió volcarse, sin más, propuso aceptar el reto y cambiar de taza. El espacio era denso y desigual, ‘más’ es una buena definición, demasiado café para una taza tan pequeña. Se acomodaron los granos de café y se pusieron de acuerdo con los granos de azúcar. El conflicto ahora no era el espacio sino que el sabor, la esencia, el gusto había ido más allá, ¡PUM! A la mierda la diabetes, a la mierda los kilos de más, a la mierda la más mísera preocupación por lo que pasaría después de probar esa taza, a la mas jodida mierda lo que digan los demás sobre como se te va a poner el corazón de gordo como sigas bebiendo de esa taza, a la mierda si va a ser demasiado dulce o si le falta leche, ya está hecho el café, ¿
Quieres emborracharte conmigo?




Con sabor a limón, CGO